O somos demócratas o no lo somos.
POLÍTICA Y ELECCIONES
J. Armando Hernández de la Cruz


Transcurridas las históricas elecciones generales donde las mexicanas y los mexicanos eligieron a la primera mujer que estará al frente del Poder Ejecutivo Federal, han surgido dentro de la agenda nacional diversos discursos y opiniones de varios integrantes de la sociedad que, más allá de abonar a un necesario debate sobre lo ocurrido en las elecciones, sólo confirman los notables contrastes de desigualdad, polarización, clasismo, racismo y desinformación presentes en nuestra sociedad.
Pasada la medianoche, la Consejera Presidenta del INE, Guadalupe Taddei, se presentó en cadena nacional para comunicar a todo México los resultados preliminares de la elección y dar a conocer a la virtual presidenta que el pueblo de México había elegido. Un resultado que para algunos no fue una sorpresa pues la candidata del oficialismo, Claudia Sheinbaum, perfilaba para ganar la elección por un amplio margen. Sin embargo, el resultado completo de las elecciones fue una sorpresa para todos, ya que nadie estimaba que Morena se llevaría el carro completo en los cargos en disputa y, más aún, que hubiera conseguido la mayoría de curules en el Congreso de la Unión.
Al día siguiente de la elección, algunos despertamos con desilusión y preocupación por las consecuencias que podrán tener los resultados de los comicios: un retroceso hacia un partido hegemónico en el poder sin ningún contrapeso, y el proyecto de nación de la presidenta electa, que incluye una serie de reformas que representan un debilitamiento a las instituciones y órganos garantes de diversas garantías de los ciudadanos. Esta no es la visión que compartimos varios mexicanos, sin embargo, es esta diferencia de visiones la que ha dado pie a una de las grandes problemáticas que tenemos como sociedad: la polarización e intolerancia presentes en nuestra forma de solucionar nuestras controversias.
Desde que se dieron a conocer las tendencias favorables a la candidata del oficialismo (Claudia Sheinbaum) y después de conocidos los resultados, un particular sector de la sociedad y los propios actores de la oposición iniciaron un discurso de clasismo, arrogancia y desfachatez hacia la decisión de la mayoría de los mexicanos de otorgarle el voto a Morena en las elecciones.
Es indignante ver argumentos sobre negarles propina a meseros, al “viene, viene”, o a los “cerrillos” por presumir que ese sector fue quien le dio su sufragio a Morena y, de esa forma, castigar a este sector vulnerable de la sociedad por su decisión “ignorante”. No hay mayor muestra de falta de conciencia de clase que el actuar de aquel sector que, previo a la jornada electoral, incentivó el voto por considerar relevante la opinión de todos. El actuar de este sector de la población (mayoritariamente partidarios de la candidata de oposición) muestra algunos de los factores por el que su candidata resultó vencida: una clara arrogancia, un equívoco sentido de superioridad hacia las clases bajas, la falta de conciencia de clase y el desconocimiento de las diversas realidades que existen en nuestro país.
Asimismo, son las mismas personas que salieron a las plazas en todo el país a defender al INE quienes ahora lo atacan y cuestionan la veracidad de las mismas elecciones que en el transcurso del domingo aplaudían y celebraban por la participación ciudadana, augurando la victoria aplastante de la candidata del PAN, y quienes ahora claman por un supuesto fraude electoral. Es por ello que debemos preguntarnos: ¿somos demócratas o no lo somos?
A estas personas les resta recordarles que el voto de unos cuantos no vale más que el de los demás, aún cuando se considere equivocado, sin importar su nivel académico, social o económico. En una democracia como la nuestra, la opinión de todos vale lo mismo. Esperemos que concientizar sobre el privilegio de unos pocos, por poco o mucho que sea, les permita salir de la burbuja en la que viven, abriéndose paso a la pluralidad de opiniones y situaciones de vida del resto.
Respecto a los partidos de oposición, su caso es particular. Es necesario que realicen una clara y profunda reflexión, realizando todos los cambios que sean necesarios, renovando los liderazgos y abriendo paso a los perfiles ciudadanos, genuinamente ciudadanos. De igual forma, es necesario que abandonen su arrogancia, egocentrismo y sentido de superioridad. Gran parte de sus dirigencias representan todo lo contrario a la realidad de muchos mexicanos, y si desean atraer el voto de otros sectores de la población deberán realizar un cambio importante.
Dentro de estos factores que condujeron a una clara derrota de estos partidos está haber llevado a cabo una pésima campaña que se encontró alejada de la realidad mexicana, mayoritariamente desde las redes sociales, enfocándose en la división y extrapolación de propuestas, dándose sus característicos y malacostumbrados baños de pueblo para después regresar a celebrar en zonas exclusivas donde son ajenos a conocer el México verdadero. Si la clase política no conoce y trabaja fuera del privilegio, en el que vive gran parte de la sociedad, está destinada a perecer.
La actual oposición se encuentra plagada de personajes impresentables dentro del juego político, como ciudadanos debemos también pedir un cambio dentro de estos partidos. No debería elegirse entre la opción “menos peor”.
Claro está, que como resultado de los comicios, el régimen político del país ha cambiado y sus efectos tendrán consecuencias trascendentales, a lo que algunos pueden considerar como vicios del pasado: el regreso de un partido hegemónico, el presidencialismo sin contrapesos y el control del Congreso de la Unión por un solo partido. La mayoría ha elegido una clara vocación de un Estado con un presidencialismo de poder absoluto.
Para todos aquellos que no coincidimos con estos resultados, tenemos el deber de entender de mejor manera la sociedad en la que vivimos, con todas sus aristas y necesidades, y desde allí concientizar y convencer sobre nuestra visión de país.
Tal fue su compromiso de los ciudadanos en las elecciones del domingo, que hemos sido testigos de casos de orgullo donde los propios ciudadanos arriesgaron su vida para defender el voto ante los intentos para evitar que emitieran su sufragio. Es así, que en mi caso particular, tendré dos recuerdos envidiables de estas elecciones: el primero, sucedido en Irapuato, donde la funcionaria de casilla se presentó a primera hora del domingo transportando el material electoral en una carretilla; y el segundo, en Ciudad de México, donde la policía pretendía cerrar una casilla de elección alegando una supuesta amenaza de bomba y los vecinos se negaron a salir.
La sociedad respondió al llamado y dejó clara su decisión: México eligió y debe respetarse esta decisión. Eso es vivir en democracia.