La vida vista desde un toro de pirotecnia
El humano es como un fuego artificial que se enciende desde su origen en la mecha, recorre un camino y al llegar a su propósito reparte su luz.
ARTE Y CULTURA
Marco Antonio Cruz Lorenzo


La cultura es para el ser humano espiritualidad. Es para una persona desde su individualidad, en su familia y esta a su vez como sociedad una magia que integra conocimientos, arte, religión y costumbres. Es sorprendente al cerrar los ojos viajar por el tiempo entre generaciones y sorprendernos con la historia de todos aquellos que nos anteceden; su estilo de vida, sus acciones, sus aportaciones al Mundo, los cambios y el legado que hasta la fecha hoy a cada uno de nosotros nos da identidad.
Soy oaxaqueño, símbolo del mestizaje en mi Ciudad natal; de una bisabuela nacida en una comunidad de nombre “San Andrés Niño” en el distrito de Ejutla de Crespo y de un bisabuelo nacido en “Magdalena Teitipac” perteneciente a Tlacolula de Matamoros. Quienes llegaron a habitar la Ciudad de Oaxaca en su juventud y que posterior a su matrimonio iniciaron este camino que perdura en mi presente desde uno de sus barrios más emblemáticos, el de la Merced.
He nacido y crecido en un núcleo de tradiciones, católico y festivo; que vive su Cuaresma, bebe agua de chilacayota y tejate en la Samaritana y el Viernes de Dolores; que acude al aniversario de su Ciudad Capital cada 25 de Abril al llamado de campanas y chirimía antes de salir el Sol, que presencia la festividad del Seminario Pontificio de la Santa Cruz en cada Mayo, su fiesta de la Asunción en la Catedral Metropolitana en Agosto, la Lucha Libre y castillos pirotécnicos en la esquina de las calles de Libres y Abasolo durante Octubre en motivo a la festividad de la Virgen del Rosario, así como la del Señor del Rayo muy venerado en Antequera, su Día de Muertos colocando un altar en casa y visitando nuestro Panteón General.
Acudimos a sus posadas disfrutando del ponche y el chileajo, y que vive la Noche de Rábanos en la Alameda durante la fecha del 23 de Diciembre. Al llegar Julio, mes de la Máxima Fiesta de Oaxaca que se manifiesta culturalmente en el Lunes del Cerro y su Octava, como lo es todo el año en las calendas de Oaxaca de Juárez siendo integrante de la Delegación de mi Municipio; “Chinas Oaxaqueñas” cual fundadora fue la señora Genoveva Medina Esteva, representó al hombre de la Ciudad. En esas tardes o noches de recorrido en calenda, como en aquellas de Desfile posterior al 16 de Julio bajo gotas de lluvia o rayos del Sol; veo la vida desde un Toro de pirotecnia. Esta vida que Dios me permite habitar en la Tierra bendita durante este tiempo y en este espacio. Aquella que siento, disfruto y valoro a cada latir de mi corazón y con los brazos en alto sosteniendo dos carrizos, entre brincos de alegría mi mirada se dirige al cielo, percatándome de esa conexión entre lo humano y lo divino.
Veo a aquel bebé que fuí en los rebozos o cargado por sus abuelos, parte de aquellos niños en los hombros de sus padres señalando con su índice al Toro, o de aquellos jóvenes, señores y señoras aplaudiendo y contestando a mis ¡vivas! y a aquel adulto mayor que entre lágrimas ha de recordar su historia en este lugar. Y mientras esto sucede, mi pensamiento trae mis memorias, aquellas de mi infancia con mi madre y con mi padre, con mis abuelos y bisabuelos, como símbolo de homenaje a aquellos tiempos o a esos seres que físicamente hoy ya no están. Y de repente alguien del público se filtra entre la multitud danzante, se coloca a mi lado para una foto y me felicita, me pide el Toro, lo carga, lo baila y lo vuelve a bajar. Los gritos de algarabía no se detienen, mi pueblo está presente y expresan su sentir en sonrisas y movimientos. Hasta que el fuego comienza en un cerillo, un cigarrillo o un encendedor. Es ahí donde comprendo el propósito de mi misión, en esa mirada cautiva y de admiración.
Estoy aquí por un fin, por un milagro y un objetivo especial; contribuir a mi sociedad, a mi gente amada, a mi pueblo bendito que pese a toda adversidad se niega a morir. Así como ahora, durante el tiempo que Dios me dé vida y hasta que mi existencia terrenal finalice habré obrado y actuado con amor por mi Verde Antequera, dejando huella para quienes la habitarán junto o después de mí y habré trascendido con aportaciones y legado. Todo esto mientras las luces se reparten a cada persona de mi alrededor como si simbólicamente mi espíritu se compartiera con ellos en un destello fugaz que nace desde mi Toro.
Al finalizar la montura de pirotecnia sigo avanzando entre la verde cantera del piso que mis huaraches tocan y me voy entre saltos intentando alcanzar ese hermoso cielo. Y así sigo viendo mis días entre una estructura de papel maché, periódico y papel de china; entre carrizos y fuegos artificiales; entre la construcción e inmortalidad de un legado. Por qué es tan semejante bailar y encender mi Toro en una analogía con la vida, en un siempre infinito mensaje de amor.