De internet a la realidad.

Hay personas que comparten su vida a través de redes sociales, por otro lado, hay personas conocidas por algo que no decidimos.

Vanessa Jiménez

10/31/2023

La salud mental se ha vuelto un tema relevante en los últimos años, hablar de aquellos trastornos que nos aquejan a las juventudes, de los problemas físicos y sociales inherentes a estos. Si bien la OMS nos da la definición de la salud mental y se alude a esta dentro de la mismísima constitución política de los estados unidos mexicanos, sucede algo que ya no es nuevo ni extraordinario, SE VULNERA. Y es que

Existen personas que deciden compartir su vida a través de las redes sociales, como influencers que deciden mostrar parte de su vida privada en diversos medios, lucrando o no con su contenido, o personas que disfrutan y aceptan ser el foco de atención, tener seguidores y personas que hablen de manera positiva o negativa de ellxs. Por otro lado, tenemos aquellas personas que son conocidas por algo que no decidieron, por algo que no deseaban compartir y que fue alguien más quien tomó el control de un vídeo o una fotografía y la puso en una red social, sabiendo que lo que se sube a internet jamás podrá ser borrado. Debemos ser personas tan dañadas que crean páginas cuyo único fin es denostar a otras personas, burlarse bajo el tonto argumento de que es "su humor", un humor que va desde criticar pesos, tonos de piel, aspectos físicos, niveles socioeconómicos, etc.

Hace unos meses me convertí en un "meme", una fotografía que en un momento fue tomada como un recuerdo agradable en compañía de mis amigas fue publicada dentro de las historias de WhatsApp por una persona de nuestro círculo, misma que no aparece en la fotografía y no formó parte de ese momento. No recuerdo haber visto ese estado, pues de haberlo hecho, creo que no me hubiese molestado, era algo que solíamos hacer; compartir en historias cosas que hacíamos. Dos meses después, un perfil falso público la captura de pantalla de ese estado en un grupo de Facebook que por el simple nombre me parecía repugnante; atacaban directamente el nivel socioeconómico de las personas y su trasfondo era simple y cruda discriminación.

Personas allegadas me comenzaron a enviar esa publicación y yo no sabía qué sentir; al inicio sólo me reí, fue mi forma de intentar lidiar con eso, pero mientras más aumentaba el número de reacciones y compartidos, más aumentaban mis ataques de ansiedad. Intenté buscar ayuda con colectivos y personas que sabían de informática para ver si alguien podía borrar esa página, o en su defecto, al menos borrar la publicación donde se mostraba de forma clara mi rostro y el de mis amigas, pero el resultado fue desolador; no era una imagen de contenido sexual, no infringía las políticas de convivencia de Facebook, y no había nada que pudiera hacer. Las compartidas se detuvieron en el número 200 y pensé que había acabado, creí que el Internet se había olvidado rápido, así que sólo continúe con mi vida.

Pero llegó octubre, y de repente, se viralizó, aumentaban de 1,000 a 2,000 compartidas por día solamente en la página principal. Mi ansiedad regresó, acompañada por ese nudo en la garganta, las ganas de vomitar y no poder controlar mis ganas de llorar cada que alguien me mandaba una foto junto con la leyenda "¿Eres tú?".

Toda mi vida he estudiado muchísimo para no ser víctima, aprendí a poner límites, a reconocer violencias, mecanismos de defensa, protocolos, actuaciones, normas... todo para que alguien de un día para otro decidiera que era "gracioso" poner mi rostro en una publicación y convertirme en la burla de millones de personas que ni siquiera conozco, ni me conocen.

Soy campeona estatal en litigación oral, tengo un premio nacional en artes visuales reconocido por la CNDH, me reconocieron como líder social por mi trayectoria en medio ambiente de manera internacional, y ni siquiera eso hizo que las personas hablaran tanto de mí como una fotografía en la que se me discriminaba.

De repente, mi teléfono no paraba de vibrar, mensaje tras mensaje, fotografías acompañadas de textos. Si digo que al menos 40 personas me enviaban esa fotografía por día, desde el 10 al 20 de octubre, me quedaría corta. Me sentía tan abrumada, vulneraron mi privacidad, y es que personalmente me gusta mantener mis relaciones y parte de mi vida privada así, en privado, pues atesoro mis momentos, los guardo en el alma porque no hay cosa que me duela más que el que ataquen a personas que amo por algo que yo pude haber evitado, lamentablemente ese no era el caso.

He de agradecer a mi círculo de amigas por haberme brindado tanto amor y ser esa red de apoyo que tanto necesitaba, al maestro que me dio la fuerza para ir junto con Mich ante el ministerio público, para buscar que las cosas se resolvieran a través de nuestro sistema de justicia, y ese día, el día que me paré en la fiscalía de mi estado por primera vez y me tocaba jugar el papel de "víctima", me di cuenta de que nunca más quería estar ahí.

Lamentablemente, llegamos primero a la Fiscalía especializada para la atención de delitos contra la mujer por razón de género, sabíamos que nuestro caso no era específicamente por razón de género, pero también sabíamos que la fiscalía es un órgano indivisible, así que nos debían tomar las declaraciones y abrir la carpeta de investigación, orientarnos, al final del día, ese es su trabajo, pero nuestros servidores públicos son incompetentes y al parecer también estupidxs. Al pasar con la MP, nos revictimiza de la manera más descarada posible, nos dijo que fue nuestra culpa por usar redes sociales y que "si no nos gustaba pues que dejáramos de usar Facebook", que no era un delito, y que sólo exageramos. Molesta, y a punto de un ataque de ansiedad, decidí salir de ahí.

Nos fuimos a la Fiscalía General del Estado buscando otra oportunidad, esperando encontrar a alguien con mayor preparación que nos pudiese ayudar y que no minimizara todo lo que nos sucedía, pero el panorama no fue distinto, nos tuvieron esperando 4 horas para que un fiscal orientador pudiera atendernos. Genuinamente creí que era alguien que nos podría ayudar. Dos horas estuvimos rindiendo declaraciones para que al final nos dijeran que no contaban con los recursos para poder iniciar la carpeta de investigación, pues el perfil era falso, y por ende, no había imputado, a lo que solicitamos se iniciará contra quién o quiénes resulten responsables. La fiscal orientadora se lo planteó al ministerio público en turno, quién después de media hora nos dijo que no se podía, que lo único que podrían hacer por nosotros era darnos un acta que sirviera como antecedente de que había una conducta que nos estaba afectando para que fuésemos nosotras quienes hablarán con la policía cibernética y pedirles que nos dieran los datos que permitieran rastrear a la persona que estaba detrás del perfil. Su "ayuda" fue inservible, después de un día lleno de revictimización, sólo pude llegar a mi casa, abrazar a mi gato y soltarme a llorar hasta quedar dormida. Me gustaría decir que después de eso me hice más fuerte y busqué la manera de que todo se solucionará, de encontrar a la persona responsable y hacer que pagará, pero la realidad es que no, nada de eso sucedió, pasé días completos colapsando por la ansiedad.

Hoy puedo decir que no odio las redes sociales, pero repudio a las personas que las utilizan para denigrar y lastimar a los demás, la existencia de personas tan vacías y huecas, que se obsesionan tanto con alguien como para conservar una captura por meses, que crean perfiles falsos y páginas asquerosas con personas igual de podridas y se encargan de señalar a alguien en particular.

Las redes sociales me han dado mucho y me han quitado tanto que hoy soy testigo y agradezco haber tenido una red de apoyo tan grande, porque cuando eres una persona con algún trastorno psicológico es muy complicado manejar el señalamiento, poder pasar entre un grupo aglomerado de personas y que todos volteen a verte, pues a veces solo quieres desaparecer, literalmente, y terminar con todo.

¿Cómo garantizar algo tan delicado y fundamental como lo es la salud mental?

Vanessa Jiménez.