Acordes Oscuros
La Narco Música en México
ARTE Y CULTURA
Antonio Adán Pacheco Contreras


En los barrios mexicanos, el sonido estridente de las trompetas, los metales y guitarras de la narco música se filtra entre las calles. Cuando los altavoces retumban, pocos prestan atención a lo que realmente dicen esos corridos, aquellos que hablan de camionetas blindadas, de “cuernos de chivo” y de fiestas controversiales; pero lo que suena como fantasía para algunos, para otros es el pan de cada día en ciudades donde el narco manda más que el gobierno.
No se puede negar: los músicos de este género tienen talento, las melodías enganchan, las rimas fluyen y las voces transmiten pasión; El problema no está en la música, sino en lo que se celebra a través de ella. Aunque se presenta como un medio de expresión cultural, fomenta una visión problemática y distorsionada de la realidad, en la que se normaliza la violencia, y se idealiza lo que en esencia es destructivo.
Uno de los rostros más notorios de este fenómeno como lo es Gerardo Ortiz, un cantante de corridos cuyo nombre se ha vuelto sinónimo de polémica, “ha admitido ante una Corte de Estados Unidos que ha dado conciertos para el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG)” (Patiño, 2025), demostrando que se puede ser cantante y al mismo tiempo, normalizar el horror. Estas palabras, que deberían haber servido como un llamado a la reflexión, en cambio, se convirtieron en el emblema de una narrativa que sutilmente exalta la conexión entre la música y el mundo del crimen.
La Teoría de las Representaciones Sociales, propuesta por Serge Moscovici, se centra en cómo las creencias, valores y significados compartidos se construyen en la sociedad y se manifiestan en diversas prácticas culturales (Lara, 2010). En el contexto de la narco música, esta teoría permite analizar cómo ciertos grupos sociales han construido y normalizado narrativas sobre el narcotráfico y la violencia.
Según esta teoría, las representaciones sociales no son ideas fijas ni universales, sino que se generan a través de la comunicación y el intercambio social. El género musical, en este sentido, es un reflejo de cómo ciertos sectores de la sociedad han interpretado y dado significado a la realidad del narcotráfico. Estas canciones funcionan como vehículos para reproducir visiones idealizadas o, en ocasiones, distorsionadas de lo que implica la vida dentro del narcotráfico. La música se convierte en un medio por el cual se validan ciertos comportamientos y se otorgan estatus a personajes vinculados al crimen organizado, creando un imaginario social que puede resultar atractivo para algunos sectores.
Si bien el estilo musical se vende como un grito de libertad y autenticidad, en el fondo representa la glorificación de un camino peligroso, donde la violencia y la ilegalidad se disfrazan de rebeldía; la confesión de Gerardo Ortiz no solo puso en evidencia la conexión entre el arte y el crimen, sino que también marcó la necesidad de replantear el mensaje que se difunde a través de estos ritmos.
En el "Estudio del Conocimiento Cotidiano", este estilo musical se aborda con situaciones que son parte del día a día de muchas personas, especialmente aquellas que viven en zonas afectadas por el narcotráfico. Las letras suelen describir eventos y experiencias que los oyentes pueden reconocer como parte de su vida cotidiana, tales como la violencia, la corrupción, la pobreza y las injusticias. Esto convierte a la narco música en una forma de documental musical que captura y representa la realidad social. (Lara, 2010)
La resolución del conflicto no se encuentra en la censura inmediata, sino en una transformación del discurso cultural, se trata de ofrecer alternativas que mantengan la fuerza del género, pero con narrativas que construyen, no que destruyen; los artistas tienen en sus manos no sólo instrumentos, sino influencia; pueden elegir ser cómplices o ser críticos, pueden seguir vendiendo la misma fantasía peligrosa o pueden usar su voz para algo más grande.
La educación juega un papel esencial al proporcionar a los jóvenes las herramientas para analizar críticamente la información que reciben. Incorporar en el currículo educativo materias que aborden la historia, la política y los contextos sociales ayuda a interpretar la narco música como manifestaciones artísticas influenciadas por realidades complejas, en lugar de aceptarlas de manera acrítica.
Matthew Lipman enfatiza la necesidad de desarrollar habilidades de pensamiento crítico en los estudiantes. Esto implica enseñar a los alumnos a formular preguntas, analizar problemas desde diferentes perspectivas, y evaluar la veracidad de la información que encuentran. (Morales-Carrero, 2024)
La narco música no solo cuenta historias, sino que moldea aspiraciones, valores y percepciones sobre el poder y el éxito. Cuando la violencia y la ilegalidad se convierten en símbolos de estatus, qué aplaudimos y qué mensaje estamos dispuestos a normalizar ¿qué futuro estamos construyendo para quienes crecen con estas narrativas?